Ya se explicado que el corazón desempeña el papel de una bomba, que mantiene la sangre en constante movimiento. Para esta función, la acción de las válvulas cardíacas es de importancia fundamental. La posición y configuración de las válvulas están representadas esquemáticamente en la figura 38.
El conjunto de los cambios tensionales, de las fases de contracción (sístole) y relajación (diástole), de los movimientos de las válvulas, etc., que se producen secuencialmente, constituye lo que se denomina »ciclo cardiaco«.
La dinámica del sístole y del diástole es básicamente similar en todas las cavidades del corazón. Basta, pues, conocer la actividad de una de ellas para comprender la actividad de todas.
En la figura 39 que muestra las diversas fases del ciclo cardiaco se puede observar que, simultáneamente con la iniciación del sístole, aumenta abrupta e intensamente la presión de la sangre en el ventrículo. La sangre, sin embargo, no puede ser expulsada hacia la aorta mientras la presión intraaórtica sea superior a la Intraventricular.Durante la fase inicial del sístole, por lo tanto, el miocardio ventricular se contrae sin poder acortarse (fase de contracción isométrica). En el momento en que la presión intraventricular supera a la presión aórtica, se abren las válvulas aórticas y la sangre pasa del ventrículo a la aorta (fase de expulsión). El volumen de sangre que pasa del ventrículo izquierdo a la aorta durante la expulsión es mayor que la cantidad que pasa en el mismo tiempo de la aorta hacia la periferia. Se produce, por lo tanto, un aumento de la presión intraaórtica y de la resistencia ofrecida al flujo de sangre desde el ventrículo hacia la aorta. Durante el diástole, como la sangre continúa pasando de la aorta hacia la periferia, la presión intraórtica desciende gradualmente.
La cantidad de sangre expulsada por cada sístole se denomina volumen sistólico. La velocidad del flujo de sangre en la aorta es directamente proporcional a la diferencia entre las presiones ventricular y aórtica. La presión intraventricular aumenta hasta llegar a un máximo de aproximadamente 120 mm de Hg durante la primera mitad y decrece gradualmente hasta el final del sístole. Con la iniciación del diástole disminuye bruscamente la presión intraventricular y cuando ésta se hace inferior a la intraórtica, cesa la expulsión de sangre y se cierran las válvulas aórticas.
En resumen, el sístole ventricular se compone de dos fases: en la primera fase (contracción isométrica o preexpulsiva) aumenta la presión de la sangre en el ventrículo, pero esta presión es inicialmente insuficiente para abrir las válvulas aórticas. En la segunda fase (expulsión) la presión intraventricular sobrepasa la presión intraaórtica, se abren las válvulas aórticas, la sangre es expulsada a la aorta y aumenta la presión.
Cuando se cierran las válvulas aórticas, como las válvulas aurículo-ventriculares están todavía cerradas y el miocardio ventricular continúa relajándose, la presión intraventricular disminuye muy rápidamente, hasta llegar a 0. Durante la parte inicial de la relajación, todas las válvulas del corazón están cerradas y las fibras miocárdicas ventriculares conservan tanto su longitud como tensión (fase de relajación isométrica). A continuación, por la caída de la presión intraventricular por debajo de la intraauricular, se abren las válvulas aurículo-ventriculares, la sangre pasa de las aurículas a los ventrículos (fase de »relajación isotónica«) y se produce el llene ventricular. En un primer período (llene rápido), que en el hombre tiene una duración de 100 mseg, la sangre penetra a gran velocidad a los ventrículos que reciben así alrededor de las dos terceras partes del llene total. En un segundo período (llene lento), disminuye gradualmente la entrada de sangre hasta hacerse mínima en el período final del llene, denominado diastasis. La duración de la diastasis es
aproximadamente de 200 mseg. Al final de la diastasis se produce el sístole auricular, que sólo agrega un 2o% de sangre al llene ventricular. El llene ventricular es, por consiguiente, en su mayor parte pasivo: la sangre simplemente penetra a los ventrículos que se encuentran relajados, a causa de la mayor presión en las aurículas. Esto significa, a su vez, que el transporte de la sangre es efectuado prácticamente en su totalidad por la actividad de los ventriculos. Es por esto que el ciclo cardíaco se divide en sístole y diástole ventricular (Fig. 39), englobando en el diástole al sístole auricular. Terminado el sístole auricular, evento que marca el final del diástole, se inicia, a continuación de un brevísimo intervalo, un nuevo ciclo cardiaco. Es importante reiterar que la abertura y cierre de las válvulas son totalmente pasivos y causados exclusivamente por las diferencias de presiones entre ambos lados de la válvula. Los músculos papilares no
intervienen en este proceso. Su función se limita a impedir la eversión de los velos valvulares, ya que durante el sístole ventricular se contraen y ponen tensas sus cuerdas tendíneas.
El ciclo cardiaco (sístole y diástole) se repite en el hombre adulto normal alrededor de 70 a 80 veces por minuto, que es la frecuencia cardíaca normal. El ciclo cardiaco tiene, en consecuencia, una duración promedio de aproximadamente 0.8 seg, de los cuales 0.3 seg corresponden al sístole y 0.5 al diástole.
Se entiende por taquicardia el aumento de la frecuencia cardiaca y por bradicardia su disminución. En caso de taquicardia se acorta considerablemente el diástole y muy levemente el sístole. La taquicardia se realiza, por lo tanto, esencialmente a expensas del diástole, especialmente de la fase de diastasis, por lo cual, mientras no sobrepasa cierto límite, afecta sólo muy ligeramente el llene ventricular. Por lo tanto, mientras la taquicardia no comprometa significativamente el llene ventricular, aumenta el volumen-minuto. Pero cuando el número de contracciones cardiacas sobrepasa 140-150 por minuto, el diástole acortado comprometerá el período de llene rápido. En este caso el volumen sistólico puede hacerse inferior a 30 ml (normal 80 ml), produciéndose una insuficiencia cardiaca, debida a que el volumen-minuto cae por debajo de 5 litros.
En la circulación menor o pulmonar, la resistencia friccional que tiene que vencer la sangre, es menor que en la circulación mayor. El ventrículo derecho necesita desarrollar, por lo tanto, menos esfuerzo para mantener un flujo adecuado. Por la misma razón, la presión en el ventrículo derecho durante el sístole no es superior a los 25 mm de Hg. Esta presión es más que suficiente para vencer la presión existente en la arteria pulmonar (7-8 mm de Hg) al final del diástole. El ventrículo izquierdo, dado que la presión aórtica es de 120 mm de Hg, desarrolla un trabajo varias veces mayor que el ventrículo derecho, lo que explica el mayor grosor del miocardio ventricular izquierdo. La masa de la musculatura en general y del miocardio en especial, gracias a mecanismos específicos de adaptación, está en relación directa con la magnitud del trabajo que debe realizar.
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