La distensión de la porción inicial de la aorta, que se produce en el sístole ventricular, se propaga rápidamente a lo largo de las paredes arteriales en forma de una onda. Esta onda de distensión es el pulso arterial, que llega hasta las pequeñas arterias y es perceptible por palpación hasta las arterias de mediano calibre, como por ejemplo, en la arteria radial. Puede ser registrada gráficamente mediante aparatos especiales (esfigmógrafos). La amplitud de la onda del pulso es directamente proporcional al grado de distensión de la arteria. La onda del pulso, registrada gráficamente (esfigmograma), se caracteriza por una rama ascendente o anacrota, y otra descendente o catacrota. La primera corresponde a la expansión y la segunda a la retracción de la pared arterial. El esfigmograma varía de acuerdo a la distancia de la arteria del corazón, como puede verse en la figura 50.
La figura 51 muestra, en una arteria central, la curva que se eleva bruscamente, elevación que coincide con la expulsión de la sangre durante el sístole ventricular. Una vez que la curva alcanza cierta altura, decae en la parte final del sístole y más rápidamente todavía al iniciarse el diástole. Durante el resto del diástole, la curva desciende lentamente y está interrumpida por una incisura. Esta es causada por el reflujo de sangre durante el diástole hacia la aorta, reflujo que produce una pequeña distensión aórtica (ya que las válvulas aórticas están cerradas), que se transmiten hacia la periferia, originando la incisura. El esfigmograma permite establecer en el ciclo cardíaco, dos eventos importantes: la iniciación
Fig. 50. Curva central y periféica del pulsoI.A. subclavia II.A carotídea. III.A braqueal IV.A. radial. V.A. fermoralA: sístole auricular; B: contacción isomérica; C: vibraciones producidas por la ejecuciñon de la sangre; D: incisura, diástole; E: onda dicrota. Las flechas indican el lapso de tiempo desde la iniciación del sístole. Cuando más alejada está la arteria del corazón más tardía es la iniciación de la onda anacrota.
y duración de la fase de expulsión, que permiten, a su vez, medir no sólo la duración del sístole, sino también la del diástole.
En la onda del pulso de las arterias periféricas la incisura aparece muy atenuada (Fig. 5I ).
El registro simultaneo del pulso central y periférico permite medir la velocidad de la propagación de la onda del pulso (D ) que es inversamente proporcional a la elasticidad de la pared arterial, y por consiguiente directamente proporcional a la edad. Su valor a los 25 a 35 años es alrededor de 5 m/ seg en la aorta y unos 10 m/ seg en la arteria femoral. Estos valores a la edad de 65 años son el doble.
La onda del pulso es, como ya hemos mencionado, palpable en las arterias superficiales. En la clínica, la arteria radial es la más usada para este fin. El pulso nos orienta sobre la frecuencia cardíaca, permitiendo establecer si ésta es normal, lenta (bradicardia) o aumentada (taquicardia). Las irregularidades del pulso indican trastornos en el ritmo de las contracciones ventriculares (extrasístoles, arritmia ventricular).
La evaluación del pulso nos orienta también acerca de ciertas calidades de la pared arterial (su dureza, pulso duro, por ejemplo). Como la onda del pulso depende no sólo de la elasticidad de la pared arterial, sino también de la fuerza contráctil del miocardio, su altura nos informa acerca de la presión diferencial. La baja de la presión arterial produce una onda de pulso blando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario