martes, 26 de abril de 2011

CIRCULACIÓN PULMONAR

Así, por ejemplo, la circulación pulmonar tiene ciertas particularidades que merecen una descripción detallada.
La diferenciación entre una circulación mayor y circulación menor obedece exclusivamente a razones didácticas. Ambas están, en realidad, estrechamente relacionadas, de manera que cualquier intento de separarlas es un artificio. Es así como los cambios del volumen sistólico del ventrículo izquierdo dependen de los cambios del volumen sistólico del ventrículo derecho y por lo tanto el aumento del volumen sistólico del ventrículo izquierdo se produce paralelamente con el del ventrículo derecho. En el caso hipotético que el ventrículo izquierdo disminuyese su volumen minuto, sin un cambio similar en el ventrículo derecho, el volumen sanguíneo total podría acumularse en el corazón y pulmones. Es indispensable, pues, que el volumen sistólico sea idéntico en ambos ventrículos y que, si no son iguales, la diferencia sea muy pequeña y de carácter transitorio.
La estructura y modalidad de ramificación de la arteria pulmonar (que a pesar de que es una arteria lleva sangre venosa) es muy semejante a la de la aorta. Es importante recordar, sin embargo, que la circulación pulmonar carece de ramificaciones comparables con los capilares de la circulación mayor. La longitud total del sistema pulmonar es menor que la de la circulación mayor. Las arteriolas son de mayor diámetro, condición que explica en parte la menor presión arterial pulmonar (tanto sistólica como diastólica) comparada con las de la aorta. La arteria pulmonar termina en una densa red de capilares de estructura similar a la de los capilares de la circulación mayor. Esta red rodea los alvéolos y facilita el intercambio gaseoso entre la sangre y el aire alveolar. `Los capilares confluyen en vénulas, que a su vez, forman progresivamente venas de mayor calibre, para constituir finalmente las venas pulmonares que llevan la sangre arterializada a la auricula izquierda.
La irrigación de los bronquios está a cargo de arterias provenientes de la aorta. Sus venas desembocan en las venas pulmonares. Por lo tanto, la sangre que llega a la aurícula izquierda es una mezcla de sangre arterial y venosa.
Los vasos de la circulación menor son considerablemente más distensibles que los de la circulación mayor, hecho que adquiere importancia cuando el ventrículo izquierdo se torna incapaz de expulsar el volumen sistólico total. En este caso la sangre se acumula en las venas y arterias pulmonares, produciendo congestión pulmonar. Cabe señalar, también, que la mayor distensibilidad permite la extirpación de un lóbulo pulmonar o de todo el pulmón de un lado, sin que por ello disminuya el volumen sistólico del ventrículo izquierdo. Esto se debe a que los vasos del pulmón remanente aumentan sus diámetros en tal forma, que compensan el aumento de resistencia periférica pulmonar consecutiva a la eliminación de un pulmón. Por el pulmón remanente fluirá el volumen de sangre que previamente circulaba por ambos pulmones.
La alta distensibilidad de la arteria pulmonar y sus ramas explica porqué la presión en la arteria pulmonar no varía proporcionalmente con los cambios del volumen sistólico del ventrículo derecho. En efecto, con el aumento del volumen sistólico se distienden las arterias pulmonares, pero esto a su vez disminuye la resistencia periférica y contrarresta parcialmente el ascenso de la presión arterial.
Experimentos realizados en animales han revelado una doble inervación de los vasos pulmonares: el simpático causa constricción y el vago vasodilatación. Además, ciertas hormonas y sustancias vasoactivas, como la adrenalina (vasoconstrictora), la acetilcolina (vasodilatadora) y la serotonina, merecen ser mencionadas. En condiciones experimentales la serotonina, aun en dosis muy pequeñas, es capaz, por su intenso efecto vasoconstrictor, de elevar marcadamente la presión arterial pulmonar. La composición de la sangre influye también sobre el tono de los vasos del pulmón. E1 incremento de la PCO2 sanguínea y la disminución de la pO2 producen vasoconstricción y elevación de la presión arterial pulmonar. Un efecto opuesto se obtiene al aumentar la pO2 o disminuir la pCO2. Estos gases actúan directamente sobre las paredes arteriales sin intervención de centros superiores o de fibras nerviosas. Es interesante anotar que estos efectos en la circulación mayor son opuestos a los observados en la circulación menor. Esta regulación adquiere importancia sólo en condiciones patológicas. Por ejemplo, en enfermedades en que un lóbulo pulmonar no participa en el proceso de arterialización sanguínea, pero mantiene su irrigación, la sangre proveniente de este lóbulo tendría caracteres venosos y al llegar a la aurícula izquierda disminuiría la saturación de la hemoglobina. Sin embargo, la intensa constricción de los vasos del lóbulo lesionado, detiene casi totalmente el flujo sanguíneo por los alvéolos no ventilados.
En condiciones fisiológicas el 25% del volumen total de la sangre se encuentra en los vasos pulmonares, cantidad que varía de acuerdo con la constricción o dilatación vascular. En esta forma el territorio pulmonar constituye un reservorio sanguíneo que, de acuerdo con las necesidades, es capaz de regular el volumen de sangre en la circulación mayor.

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Lcda. en Enfermería. Msc.Gerencia de Salud Pública. Diplomatura en: Docencia, Metodología e Investigación, Nefrología y Salud Ocupacional. Actualmente Bacherlor y Master en Ciencias Gerenciales.