Uno de los componentes más importantes de nuestro organismo es el agua. Su ingestión es una necesidad vital. En el curso de la evolución el contenido acuoso del cuerpo ha sufrido una marcada reducción: constituya el 98% del peso corporal en la medusa, el 80% en el sapo, el 60% en el ser humano.
El contenido acuoso de nuestro cuerpo se mantiene normalmente constante debido al balance equilibrado entre la ingestión y eliminación de agua. Su disminución, aun en un 0,5%, basta para despertar la sensación de sed. Una deshidratación de mayor magnitud produce trastornos graves y la disminución del agua corporal mayor que el 15% provoca inevitablemente la muera.
Los glúcidos, lípidos y proteínas de los alimentos, contribuyen eficazmente a la conservación del agua en nuestro organismo, ya que los productos finales de su combustión son CO2 y H2O. La combustión de 100 g de grasa, por ejemplo, produce 107 g de H2O, la de las proteínas 55 g y los hidratos de carbono 41 g. E1 requerimiento normal de un adulto es alrededor de 2.200 ml de agua por día, del cual los alimentos aportan aproximadamente la mitad.
Los productos finales del metabolismo son generalmente eliminados en solución acuosa por los riñones. Se elimina además agua por la transpiración, por la respiración y en pequeña cantidad, por el tubo digestivo (heces).
El organismo de un adulto pierde diariamente alrededor de 500 ml de agua por la piel y aproximadamente 350 ml con el aire espirado, normalmente saturado con vapor de agua. Sin embargo, estas cantidades dependen de factores ambientales, entre los' cuales tienen especial importancia la temperatura y humedad del aire.
Los jugos digestivos (gástrico, pancreático, bilis, etc.), son normalmente secretados en cantidades que pueden sobrepasar 8 litros diarios. No representan, sin embargo, pérdida de agua, ya que sol casi totalmente reabsorbidos en el tubo digestivo mismo, por lo menos en condiciones fisiológicas. En casos de diarrea o vómitos, no obstante, puede eliminarse agua en grandes cantidades y producir deshidratación grave, especialmente en los niños.
El órgano más importante en la eliminación de agua en condiciones normales es el riñón. El volumen de orina eliminado (diuresis) depende fundamentalmente de la cantidad de agua ingerida. Es influido también por la cuantía de las pérdidas de agua por otras vías, de las cuales la sudoración es tal vez la más importante. Se pierde por la sudoración, en climas templados y actividad muscular moderada, aproximadamente 700 ml de agua en 24 horas, cantidad que puede aumentar a 3.000 ml o más, si se realiza trabajo muscular intenso. En los trópicos, con alta temperatura y humedad ambientales, la pérdida de agua puede llegar a 10 I /día y alcanzar a 2 1/hora durante un trabajo intenso. En estas condiciones extremas hay que equilibrar la pérdida con la ingestión de agua en tal forma que la diuresis no sea inferior a 500 ml/24 horas.
Si la ingestión de agua está drásticamente restringida, como puede ocurrir, por ejemplo, en el desierto o en el caso de algunas enfermedades graves, se produce deshidratación primaria, que se define entonces como aquella causada por la pérdida no compensada de agua.
Si no se ingiere alimentos ni agua durante 5 días, el contenido de agua del organismo-disminuye aproximadamente en un 7% (3 litros).
La distribución del agua en nuestro organismo no es uniforme. La mayor parte (alrededor del 65%) está dentro de las células y el resto (35%) se encuentra en el espacio intersticial e intravascular. La pérdida excesiva de agua conduce a deshidratación. En general se pierde proporcionalmente más agua que solutos. Por lo tanto los líquidos corporales se tornan hiperosmóticos.5e produce en esta forma una hipovolemia hiperosmótica, que genera sensación de sed y el individuo aumenta la ingestión de agua para corregir este tetado patológico.
Algunos animales (ratón, camello), pueden sobrevivir sin agua (pero ingiriendo alimentos) por un tiempo relativamente prolongado. El hombre en esta condición muere en unos 15 a 20 días, tiempo que se acorta todavía más en los trópicos, donde la sobrevida no es mayor que 3 a 4 días.
La ingestión exagerada de agua, siempre que los riñones funcionen normalmente, no representa peligro, a pesar de que se produce disminución de la concentración osmótica y aumento del volumen de los líquidos corporales (hipervolemia hipoosmótica). Sin embargo, si la hipervolemia es causada por disminución de la eliminación de agua por alguna enfermedad renal, se acompaña de baja de la temperatura corporal, vómitos, calambres y eventualmente de la muerte.
La eliminación de sales minerales es, en condiciones fisiológicas, insignificante y sobradamente compensada por las sales ingeridas con los alimentos. En ciertas condiciones, la pérdida de sales, especialmente de Na+, aumenta marcadamente, como por ejemplo, durante la sudoración intensa o en la insuficiencia córticosuprarrenal. En estos casos la ingestión alimenticia es incapaz de compensar la perdida excesiva. Disminuye consecuentemente el contenido de sodio del organismo, lo que produce cuadros patológicos de suma gravedad. La eliminación de las sales se realiza junto con una cantidad considerable de agua, con la consecutiva deshidratación (deshidratación secundaria).
La pérdida de agua disminuye primariamente el volumen de sangre circulante. Esta pérdida es proporcionalmente menor que la de sales. Se produce, por consiguiente, una disminución de la concentración de iones en la sangre corporal, originándose .de este modo una hipovolemia hipoosmótica. Podría pensarse qué lo más adecuado para la corrección de este trastorno fuese el suministro intravenoso de una solución concentrada de sales. Sin embargo, no es así, ya que, en una primera ' etapa, tal solución torna hipersosmático al líquido extracelular (plasma y líquido intersticial). Esto a su vez induce, por el mecanismo de la diuresis hipcrosmótica (véase Función Renal), un marcado incremento de la eliminación de orina (que puede llegar a 6-7 litros en 24 horas) con .agravamiento de la hipovoltmia. Esta mayor diuresis se realiza primariamente a expensas del líquido extracelular. Posteriormente el compartimiento intracelular se hace hipcrosmótico en relación con el extracelular. Por esta razón en una segunda etapa disminuye la diuresis por un proceso inverso al recién descrito: la hiperosmolaridad del líquido intracelular hace pasar agua del espacio intersticial al interior de la célula y del plasma hacia el intersticio. Por lo tanto, disminuye la volemia, el plasma se torna hiperosmolar y se reduce la filtración. glomerular (véase Función Renal).
En caso de hemorragia se pierden agua y sales en la misma proporción. Consecuentemente disminuye el volumen sanguíneo, pero se conserva la relación normal entre sales y agua. Se produce, por lo tanto, una hipovolemia inicialmente isoosmótica, fácilmente corregible por el suministro inmediato de cantidades adecuadas de solución fisiológica. Si no se actúa precozmente, la hipovolemia se hace hipoosmótica (véase Hemorragia).
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