La sangre desempeña un papel importante en la defensa del organismo contra la agresión de agentes nocivos provenientes del ambiente. Protege celosamente su estructura y funciones genéticamente determinadas, en contra de influencias externas que tienden a modificarlas. Es así como, por ejemplo, la penetración o introducción experimental de una proteína ajena al organismo no produce la primera vez trastorno alguno. Su repetición, después de algunos días, sin embargo, desencadena reacciones violentas, denominadas alérgicas. El organismo parece aprender a »reconocer« las proteínas inyectadas , repetidas veces y pone en marcha procesos de defensa. Estas proteínas actúan, por lo tanto, como antígenos, o sea, sustancias que inducen la producción de agentes específicos denominados anticuerpos. Estos, al ponerse en contacto con los antígenos provocan las reacciones violentas anteriormente mencionadas. Los anticuerpos pueden circular en la sangre durante toda la vida (anticuerpos humorales) o depositarse en los tejidos (anticuerpos tisulares). Las reacciones alérgicas consisten en vasodilatación, que cuando abarca el organismo entero produce baja de la presión arterial. Si ésta es suficientemente intensa, conduce al colapso circulatorio y shock anafiláctico letal. Las reacciones no son siempre tan tormentosas, pero su gravedad justifica las precaucionas para evitarlas.
Estas reaccionas san a veces de gran utilidad, en cuanto defienden el organismo en contra de las enfermedades infecciosas. La repetición del contacto del organismo con un antígeno, representado por bacterios o virus, no produce forzosamente las reacciones violentas mencionadas, sino que lo capacita para fijar y destruir a estos microorganismos; confiere así al organismo cierta inmunidad para evitar los efectos dañinos que éstos podrían causar. La inmunidad puede ser obtenida por el suministro de dosis ínfimas del antígeno (bacterios o virus) incapaces de producir enfermedad o sólo de intensidad insignificante, que protegen al individuo en contra del agente nocivo (inmunidad). Esta es la base de la vacunación protectora.
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