La salmonela es una vieja conocida de los ciudadanos. Esta bacteria, que protagoniza noticias casi cada verano, puede estar presente en la carne de pollo, de cerdo y en los huevos y es la responsable de la salmonelosis, la segunda infección de origen animal más frecuente en la UE. Ahora, un equipo de investigadores acaba de descubrir el mecanismo que utiliza la bacteria para crecer en el intestino de los humanos, lo que podría dar lugar al desarrollo de fármacos que la combatan.
Esta bacteria funciona como no lo hace ningún otro patógeno. Sebastian E. Winter, del Departamento de Microbiología e Inmunología de la Universidad de California (EEUU) y uno de los autores del estudio, publicado en ‘Nature’, lo explica para ELMUNDO.es. “Cuando comemos un alimento contaminado con la salmonela, ésta invade la superficie del tejido intestinal. Se trata de una misión suicida, ya que su presencia, al igual que ocurriría con la de cualquier otra bacteria, despierta rápidamente una respuesta inmune del organismo para matarla. Sin embargo, la causante de la salmonelosis aprovecha esta acción defensiva a su favor”.
El proceso de defensa del organismo irrita el tejido intestinal y, como consecuencia, se crean algunos compuestos, denominados radicales de oxígeno, que son los encargados de matar a la salmonela. Como producto secundario, éstos convierten compuestos de sulfuro, presentes siempre en el intestino, en otra sustancia química, llamada tetrationato. “La habilidad de la salmonela para escapar de las defensas era hasta ahora un misterio. Hemos visto que es el tetrationato el que juega un papel clave y favorece las relaciones entre el patógeno, el huésped y los otros microbios”, concluye el equipo.
“Con la mayoría de las bacterias este compuesto no interactúa, pero la salmonela lo utiliza para ganar energía, crecer en el intestino y poder respirar en un ambiente hostil”, señala el investigador. Un mecanismo de acción que hasta ahora no se conocía y que es casi exclusivo de este patógeno. Los autores consideran que este hallazgo podría ser clave, ya que el tetatrionato supone una nueva diana para fabricar fármacos eficaces, que hagan frente a una bacteria que ha afectado a más de 150.000 europeos en el último año y ha causado la muerte a 1.500, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta bacteria funciona como no lo hace ningún otro patógeno. Sebastian E. Winter, del Departamento de Microbiología e Inmunología de la Universidad de California (EEUU) y uno de los autores del estudio, publicado en ‘Nature’, lo explica para ELMUNDO.es. “Cuando comemos un alimento contaminado con la salmonela, ésta invade la superficie del tejido intestinal. Se trata de una misión suicida, ya que su presencia, al igual que ocurriría con la de cualquier otra bacteria, despierta rápidamente una respuesta inmune del organismo para matarla. Sin embargo, la causante de la salmonelosis aprovecha esta acción defensiva a su favor”.
El proceso de defensa del organismo irrita el tejido intestinal y, como consecuencia, se crean algunos compuestos, denominados radicales de oxígeno, que son los encargados de matar a la salmonela. Como producto secundario, éstos convierten compuestos de sulfuro, presentes siempre en el intestino, en otra sustancia química, llamada tetrationato. “La habilidad de la salmonela para escapar de las defensas era hasta ahora un misterio. Hemos visto que es el tetrationato el que juega un papel clave y favorece las relaciones entre el patógeno, el huésped y los otros microbios”, concluye el equipo.
“Con la mayoría de las bacterias este compuesto no interactúa, pero la salmonela lo utiliza para ganar energía, crecer en el intestino y poder respirar en un ambiente hostil”, señala el investigador. Un mecanismo de acción que hasta ahora no se conocía y que es casi exclusivo de este patógeno. Los autores consideran que este hallazgo podría ser clave, ya que el tetatrionato supone una nueva diana para fabricar fármacos eficaces, que hagan frente a una bacteria que ha afectado a más de 150.000 europeos en el último año y ha causado la muerte a 1.500, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Isabel F. Lantigua | ELMUNDO.es
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