jueves, 7 de abril de 2011

Neoplasia de recto.

Autor:
García Férriz, P.

Índice

Resumen. Palabras clave
Etiopatogenia de la neoplasia de recto
Comentario
Inervación del recto
Conclusión final
Tabla PEGFER
Bibliografía

Resumen. Palabras clave

A través PortalesMédicos.com - El portal de la Medicina y la Salud en internet he publicado varios trabajos sobre la etiopatogenia tumoral. En la actualidad, curiosamente, se me ha diagnosticado de una neoplasia de recto. Estoy siendo tratado con quimioterapia y con radioterapia y me he negado a que se me practique la cirugía.

En este trabajo expongo mis propias sensaciones, cargadas de sincero optimismo. Trato de demostrar aquí que la explicación que doy a mi enfermedad es la excitación de la membrana celular favorecida por la rica inervación existente en el recto. El recto mide 18 centímetros de promedio, 14 de los cuales constituyen la ampolla y 4 el canal anal. La electricidad por sí sola puede provocar la excitación celular.

El factor desencadenante de la excitación celular pudiera radicar también en una patología química que muy fácilmente puede producirse en el recto, repercutiendo en la corriente eléctrica.

Mucho agradecería mantener contacto con mis compañeros de investigación on¬cológica, incluso fuera del territorio español. Supondría para mí un importante estímu¬lo. GRACIAS.

Palabras clave: Patología electroquímica, excitación de la membrana celular, gen, ADN, neoplasia de recto.

Etiopatogenia de la neoplasia de recto 


A veces, en la vida se producen circunstancias que, sin ser sorprendentes, sí pueden catalogarse como curiosas. Me refiero a mi propio caso. Llevo muchos años dedicándome a la investigación sobre la etiopatogenia tumoral; desde el año 1966. Pues bien, actualmente estoy “enganchado” con una neoplasia de recto. Lejos de hundirme, siento una sensación de muy acusada naturalidad, no exenta de optimismo. Tengo mis personales razones.


En estos días estoy siendo sometido al tratamiento tradicional, es decir, a la qui¬mioterapia y radioterapia. Me niego a que se me practique la cirugía. El tumor se ha detectado con oportunidad, circunstancia que intento aprovechar para llevar a la práctica su erradicación total, con la inestimable e imprescindible asistencia y dirección del formidable equipo médico al que muy gustoso y confiado me he sometido.

Mi proceso tumoral fue detectado el martes día 13 de julio del año 2010 tras ob¬servar sangre roja en las heces fecales. En dicha fecha fui atendido en el Complejo Hospitalario de Jaén. No perdí el tiempo. Sospeché la posible existencia de un tumor. Había tomado guindilla muy picante el día anterior y, como padezco de hemorroides internas, se creyó que la causa de la aparición sanguínea correspondía a una patología de origen hemorroidal. Pero yo no me fiaba.

El 21 de agosto tuve una fuerte hemorragia rectal. En esta misma fecha fui ingresado en dicho hospital. Se me hicieron urgentemente las pruebas oportunas (muy duras, por cierto), dando como resultado la existencia de una neoplasia de recto y pólipo pequeño en el colon. Se me practica una polipectomía endoscópica.

Tengo 84 años de edad. Siempre he procurado llevar una vida lo más sana posible. No he fumado nunca, ni bebo. Durante muchos años, incluso de soltero (me casé con 28 años), mi alimentación consistía y consiste en lo siguiente: en el desayuno, un yogur na¬tural con miel, fruta, zumo de naranja y leche, a la que también añado una cucharadita de miel de caña; en la comida siempre han prevalecido las legumbres y, normalmente, he preferido las comidas sin sal; por la noche, mi alimentación siempre ha sido muy ligera, a base también de fruta, una sopa de arroz o de fideos y un flan.

A tenor de lo expuesto, pregunto: ¿cómo es posible que llevando una vida sana, muy tranquila, exenta de preocupaciones y con una alimentación correcta se me produzca un neoplasma rectal?

Siempre he manifestado (y aún mantengo) el criterio de que para que se forme cualquier tipo de tumor maligno es necesario, imprescindible, que se produzca una patológica excitabilidad celular. Esta excitación puede ser provocada por múltiples elementos desencadenantes, tanto endógenos como exógenos. Pero siempre actuando como sujeto la electricidad. Sin su presencia no puede producirse el cáncer (véase Tabla PeGFer).

Como se sabe, nuestra propia electricidad es el mayor excitante que tenemos en nuestro organismo. Hasta hoy, nadie ha negado esta importante y vital actividad endógena. Presiento que el origen del cáncer que padezco en el recto estriba en una patología electro¬bioquímica. Más adelante lo veremos al referirnos al yeyuno e íleon en el comentario que a continuación se expone.

Comentario

Con esta breve descripción pretendo llamar la atención de investigadores de Oncología Clínica y de Laboratorio para que me ayuden y me aporten su personal criterio. Con ello podríamos abrir la ventana que facilite la entrada de alguna luz y ver con mayor claridad. Puede que las pruebas que voy a aportar nos ayuden a que la oscuridad sea menos densa, y, poco a poco, paso a paso, pero sin detenernos, podamos visualizar la meta que con tanto tesón y ahínco vengo persiguiendo durante toda la vida.

Pienso que si nuestra propia electricidad es el mayor excitante que tenemos en el cuerpo (1), es lógico, normal y de sentido común que se pueda atribuir como causante principal de la excitabilidad celular (nerviosa y muscular). Por tanto, sólo pretendo conocer algún compuesto químico que sea eficaz para conseguir la reducción de la intensidad eléctrica, o mejor dicho, la excitación celular.

Creo que si se encontrase un adecuado producto antiexcitante celular que se sumara a la quimioterapia y a la radioterapia actual, no extrañaría obtener una total curación. Supongo que, reduciendo la intensidad eléctrica a nivel subumbral o al mínimo posible o permitido, nuestro inmenso ejército leucocitario conseguiría una mayor eficacia.
Desde hace muchos años postulo que nuestra electricidad es el origen esencial de todo proceso tumoral, y esto es debido a los cinco puntos siguientes:

1. Está suficientemente demostrado que, con el aumento de la intensidad eléctrica, las células malignas avanzan con mayor rapidez. (2)

2. Si la intensidad eléctrica disminuye se hace más lenta la proyección tumoral. La prueba con 30 ratas (15 de ellas bien nutridas y las otras 15 nutridas deficientemente) lo demostró: A las 30 ratas se les aplicó la misma dosis de benzopireno. En las ratas muy bien nutridas apareció el cáncer a los 7 meses y en las desnutridas a los 12 meses. Fui testigo presencial de esta importante y vital prueba, efectuada por el Profesor, Dr. Bartolomé Ribas Ozonas, Jefe Emérito de los Servicios de Toxicología del Instituto de Salud Carlos III de Majadahonda (Madrid).10

3. Si la corriente electromotriz desaparece es imposible la formación tumoral. Un claro ejemplo (lo vuelvo a recordar) lo tenemos en el enfermo parapléjico. Es imposible la formación tumoral por faltarle la electricidad en las extremidades inferiores, porque la excitabilidad celular no puede realizarse. Sin ella no puede aparecer ni una simple hiperqueratosis. (10)

Las citoqueratinas, proteínas de las células gliales, dejan de elaborar queratina por falta precisamente de la excitación celular por ausencia eléctrica. (10) Y, curiosamente, en los enfermos parapléjicos sí les aparecen los tumores en el sistema neurovegetativo. (10) La causa es muy simple: en esta región de nuestro organismo permanece intacta su fisiología electrobioquímica. En el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo me confirmaron las dos patologías: la del sistema esquelético y la del sistema neurovegetativo, que en este tercer punto se han expuesto.

4. En todo proceso tumoral aparece un pH ácido y en la enfermedad de Alzheimer por el contrario, el pH es alcalino. Creo sinceramente que la causa es muy clara: en el cáncer existe una intensidad eléctrica superior a la normal; en cambio, en el Alzheimer no hay electricidad. (10) Por tanto, “considero al pH como un efecto y no como un causante de ningún tipo de cáncer”.

El pH solo representa el logaritmo (numeración) de la inversa de la concentración de iones hidrógeno. El pH 7 es el punto neutro. Por encima de 7 es alcalino (caso Alzheimer) y por debajo es ácido (caso cáncer). 

Esta excitabilidad celular que se produce en el recto, en el colon, duodeno y, en menor proporción en el ciego (primera región del intestino grueso) no se produce nunca en los ventrículos cardíacos y menos aún en el diafragma, salvo auténtica patología. Los reducidos casos de sarcoma primario cardíaco sólo afectan a las aurículas. No conozco tampoco ningún caso de cáncer primario diafragmático.

La causa primordial que atribuyo a estas ausencias es la sola presencia de potenciales eléctricos débiles, encargados de provocar y facilitar sus contracciones musculares. Las reacciones químicas en los ventrículos y en el diafragma se mantienen siempre en un perfecto equilibrio iónico. En este equilibrio iónico celular intervienen esencialmente los iones de potasio (K+), el sodio (Na+), el calcio (Ca2+) y el magnesio (Mg2+). Estos son los iones que constituyen el índice o cociente de Loeb.

Y, finalmente, vuelvo a recordar la prácticamente nula formación tumoral en el yeyuno e íleon por las circunstancias similares que concurren en los ventrículos cardíacos y en el diafragma. El yeyuno e íleon es la única región de todo el paquete intestinal que no padece de ningún proceso tumoral, salvo rarísimas excepciones. En dichas zonas orgánicas, son débiles los potenciales eléctricos.

De cuanto acabo de mencionar puede deducirse que la predisposición a padecer de cáncer es muy posible que no sea de origen genético. Los genes forman o constituyen nuestro propio genoma. “En el vivo y más aún en el humano, no todo es genética, aunque ésta ocupa, sin duda, un lugar preeminente, pero por sí sola no es la responsable de todo lo que nos ocurre. Y así, el llamado gen del alcoholismo no pasa de marcar una tendencia a la ebriedad y a cómo se perciben los efectos del alcohol. De ahí a que el conocimiento de este gen proteja contra el alcohol hay mucho terreno que recorrer.

Otros genes definen el riesgo individual de la obesidad y el control del apetito. También se habla del gen de la infelicidad, sobre el que la neuropsiquiatra norteamericana Louann Brizendine ha señalado que en el hombre está más desarrollada la zona del cerebro en que se anida una idea de persecución sexual. Los genes influyen, apuntan tendencias, pero no son absolutamente determinantes. No hagamos de la genética un nuevo profeta, ni la marca indeleble de una determinada enfermedad.” (9)

Efectivamente, y de acuerdo con este criterio, pienso que el gen correspondiente al recto, por su tendencia y predisposición, ha desencadenado una actividad maligna inducida posiblemente por un desequilibrio iónico celular, causado por una patología electroquímica. Esto se demuestra con otras muchas enfermedades, cuyo origen principal recae también en el sistema nervioso. Por tanto, el gen sería un condicionante muy importante de la patología electroquímica. De aquí que la teoría pase a denominarse teoría electrobioquímica al quedar afectado el gen correspondiente.

Si retomamos nuevamente el primer eslabón de la cadena de la enfermedad tumoral, el desequilibrio iónico, éste origina la excitabilidad celular, el segundo eslabón. Y, como consecuencia de este estado de constante excitación celular, se hace inevitable la aparición del tercer eslabón de la cadena: el aumento de la intensidad eléctrica. De esta forma, pienso y deduzco que, para que se produzca cualquier tipo de cáncer es imprescindible que se origine una excitación celular, como acabamos de apuntar.

El sentido común y el continuo razonamiento me lleva a la difícil conclusión de que, con débil corriente eléctrica el proceso tumoral se produce con mayor lentitud (caso de la prueba con las 30 ratas), y si se suprime la electricidad (caso del parapléjico) se hace imposible la formación del cáncer.

Todo lo que acabo de describir se debe, o se lo “dedico” a la neoplasia de recto que actualmente padezco.

La verdad es que me siento muy optimista. Sinceramente creo plenamente en mi total restablecimiento con la inestimable ayuda del equipo médico que actualmente me viene atendiendo. Este magnífico y entrañable equipo lo forman los doctores Nuria Cárdenas Quesada, Maximiliano Martos Alcalde y Rafael Martínez García, a los que les estoy profundamente agradecido, así como también a las extraordinarias y agradabilísimas enfermeras, María del Carmen Vallejo Espinilla y Antonia Navarrete Mercado, de las que siempre guardaré un muy grato recuerdo.

Conclusión final

He sido sometido a un riguroso tratamiento de quimioterapia y radioterapia. Las tres últimas sesiones de radioterapia han sido muy dolorosas; las restantes, las he soportado con total normalidad. Escribo este último comentario antes de conocer el resultado final de mi tratamiento. Y sea cual fuere el resultado del mismo, no es óbice para el fin que persigo. Lo resumo de la forma siguiente: “Los genes que tenemos en nuestras células son los mismos en todos los tejidos, estén en la célula que estén”. (12) La única diferencia es que cada programa genético se activa de forma diferente en función del órgano. (13)

Esta formidable y muy creíble información científica me ha forzado a recluirme en un profundo y prolongado razonamiento. Entre las muy variadas ideas y conceptos que he considerado dilucidad, he llegado a decidirme a exponer el siguiente criterio: Efectivamente, si los genes son los mismos en todas nuestras células, estén donde estén y en cualquier tejido, hay que pensar que su patología estará en función del grado de excitación celular, normalmente provocada por una actividad electroquímica. Si el gen no es excitado, muy difícilmente podrá producirse un proceso tumoral.

El ejemplo lo tenemos en el corazón, y más aún en el diafragma y en el yeyuno e íleon. En estas partes orgánicas, al no ser excitadas como así sucede en numerosas regiones de nuestro organismo, lo lógicoy normal es que no llegue a producirse el temido proceso electrobioquímico. El gen, que es una unidad biológica que controla las secuencias de los aminoácidos y las proteínas, está expuesto siempre y a cualquier edad a encajar los impactos de numerosos elementos tóxico-excitantes. No se conoce en nuestro organismo ningún elemento que tenga tanta actividad excitante como nuestra propia corriente eléctrica. (1)

En el caso de mi propia enfermedad (neoplasia rectal), pienso y creo que el gen de las células del recto ha sido atacado por una patología electroquímica al existir en dicha región una rica inervación motora. Luego, la causa del cáncer ya se sabe: nuestra corriente eléctrica. El gen ha sufrido sus nefastos y terribles efectos. Por lo tanto, se puede deducir que “la herencia tumoral no es de origen genético, sino por una predisposición electroquímica”. Si el origen radicase en el gen, ¿por qué no se produce un proceso tumoral en determinadas regiones donde es muy rara su formación? Luego, la patología genética es un efecto más, no la causa inicial de todo tipo de cáncer.

Y termino con la siguiente interrogante: ¿estaré o no en el camino de la verdad?

Como siempre me manifiesto: tengamos suerte.

cancer_neoplasia_recto/tabla_PeGFer_Oncologia



Bibliografía 

1. MORROS SARDÁ, J.; Elementos de Fisiología. Tomo I. 8a edición. Páginas 71, 1.069. Editorial Científico-Médica (1961).
2. SODI PALLARÉS, D.; Magnetoterapia y Cáncer; 2ª edición. Páginas 141, 175, 184-186, 188, 189, 193, 194, 198 (1995).
3. LATARJET-RUIZ LIARD; Anatomía Humana. Tomo 1º. 3ª edición. Páginas 124, 154, 199, 276, 277, 295, 319, 320, 390, 396. Editorial Médica Panamericana (1999).
4. LINDA S. COSTANZO; Fisiología. Páginas 63, 125-127, 129, 324-326 y 404. Editorial McGraw-Hill Interamericana; Imp-Litografía Ingramex, (México).
5. GILLIAN POCOCK y CHRISTOPHER D. RICHARDS.; Fisiología Humana. La base de la medicina. 2ª edición. Páginas 442 y 443. MASSON (2005).
6. RODNEY A. RHOADES; GEORGE A. TAMMER.; Fisiología Médica. Páginas 587-589. MASSON; (1996).
7. ORTUÑO ORTIN M.; Física para Biología, Medicina, Veterinaria y Farmacia. 1ª edición. Páginas 331, 361, 362, 369, 370, 377, 380, 399-401. Editorial Hurope, S.L. (1996).
8. Diccionario Oxford-Complutense. Física. Edit. Complutense. Madrid (1998).
9. RETANA IZA, N.; Genes de andar por casa. Revista ÉPOCA siete días. Número 1321. Página 50. Publicado el 21 de noviembre de 2010.
10. GARCÍA FÉRRIZ, P.; “Alzheimer y Cáncer. Nuevas aportaciones” en PortalesMédicos.com (http://
www.portalesmedicos.com/publicaciones/articles/1804/1/Alzheimer-y-cancer-Nuevas-aportaciones.html).
11. GINGERAS, Th. y POUNSET, E.; “Culturales” en RTVE (18 de noviembre de 2009).
12. BALDA, C.; “La Gaceta”. Página 38. (31 de diciembre de 2010).
13. GONZÁLEZ BARÓN, M.; “Oncología Clínica”; 2ª edición. Páginas 16, 283, 370. Edit. Mono Comp. S.A. (1998). 

















 

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Lcda. en Enfermería. Msc.Gerencia de Salud Pública. Diplomatura en: Docencia, Metodología e Investigación, Nefrología y Salud Ocupacional. Actualmente Bacherlor y Master en Ciencias Gerenciales.